Jesús Lázaro Corral (Córdoba, 1971) es, como les ocurre a los mejores de la historia del baloncesto cordobés, un jugador hecho mito lejos de casa. La carencia de tradición local en la élite de dicha disciplina ha hecho siempre que, aquellos que más talento atesoraban, se viesen obligados a hacer las maletas, ya no solo para triunfar, sino también, incluso, para ganarse la vida dignamente entre canastas. Su ejemplo es uno más de esos diamantes en bruto forjados en el patio verde del colegio Salesianos, y que decidió alejarse de su tierra para desarrollar plenamente la pasión que recorría sus venas. Muy querido en ciudades como Manresa, un ídolo absoluto en Málaga y, seguramente para muchos, un desconocido (‘baloncestísticamente’ hablando) en su propia ciudad. Pero la historia está ahí, y su trayectoria le sitúa como uno de los grandes en la ACB. Más de 400 partidos a sus espaldas y cuatro títulos (dos ligas y dos Copas del Rey) en dos clubes distintos. Hay pocos jugadores que puedan disfrutar de un palmarés así, y menos aún sin haber vestido la camiseta del Real Madrid o del Barcelona.
Un jugador de equipo que encontró el éxito en las dos ciudades que más marcaron su trayectoria profesional. Talento innato al servicio de las necesidades que en cada momentos requiriera el club al que pertenecía. Un privilegiado que siempre quiso ir a más, según se define él mismo. Y es que su nombre forma parte nada menos que de aquel Manresa liderado por Chichi Creus que, pese a tener el presupuesto más bajo de la categoría,…